El origen del término macrobiótica viene del griego, en concreto, de la palabra ‘macro’ –grande– y ‘bios’ –vida–, por lo que significa ‘gran vida’. Sin embargo, la macrobiótica define también la capacidad de vivir la vida de forma grandiosa y espléndida.
El primer registro conocido del vocablo Macrobiótica se encuentra en el ensayo del griego Hipócrates, ensalzado El Grande, originario de Cos, titulado «Aire, agua y lugares» datado hace unos 2.400 años, donde lo emplea para referirse a las personas longevas y sanas. Este inconmensurable sanador, cuya terapéutica concede un papel primordial a la dietética, es tenido por el padre de la medicina occidental, cuyos miembros todavía se gradúan universitariamente como médicos alopáticos recitando el juramento hipocrático.
Los estudios consideran al japonés Ekken Kaibara (1630-1716), el primer teórico naturista oriental, que divulgó la naturopatía y sentó las bases filosóficas de lo que dos siglos después eclosionaría como Macrobiótica nipona.
La palabra “Macrobiótica” fue utilizada en Europa por un profesor de medicina alemán, médico personal de Goethe, llamado Christophe Wilhelm Von Hufeland (1762-1836) que escribió el libro: “Macrobiótica: el arte de prolongar la vida”.
La primera mención del término Macrobiótica la utiliza George Ohsawa. Después de Hipócrates y varios clásicos de la Antigüedad griega, y tras el alemán Hufeland, es Ohsawa quien le da pleno sentido a la palabra Macrobiótica. La emplea por primera vez en el texto de su popular obra «Macrobiótica Zen», publicada en Japón en 1960.
Entre sus discípulos se encontraban Michio Kushi, Aveline Kushi, Herman y Cornelia Aihara, Tomio y Bernadette Kikuchi, Shizuko Yamamoto, Clim Yoshimi, René Lévy, Madame Rivière y Vicente Ser, que fue el introductor de la macrobiótica en España